lunes, 30 de noviembre de 2009

Del fundamentalismo para la hegemonía del castellano

Y del fundamentalismo para la hegemonía del catalán, el euskera, el valenciano, el gallego, el mallorquín, el aranés, el silbo...
Como prometí ayer por twitter, hoy comento la adhesión de Telecinco al Manifiesto en defensa del Castellano, que fue propuesto el 23 de junio por Don Fernando Savater. Obviamente, sabiendo que el ponente es miembro cumbre de Unión, Progreso y Democracia (más información en wikipedia), era de esperar que UPyD suscribiera el manifiesto, pero me sorprendió leer que Telecinco y El mundo apoyaran la inciativa. ¿Qué hay de la información no-partidista, no-influenciada y objetiva? ¿Ha muerto?

En fin. El caso es que si uno lee el manifiesto, tiene su miga. Es divertido que en la segunda premisa se diga que "son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas" y que "las lenguas no tienen el derecho de conseguir coactivamente hablantes ni a imponerse como prioritarias en educación, información, rotulación, instituciones, etc…" y que luego se solicite en el primer punto que se tomen medidas para asegurar que "la lengua castellana es común y oficial a todo el territorio nacional, siendo la única cuya comprensión puede serle supuesta a cualquier efecto a todos los ciudadanos españoles." Si la lengua en sí misma no tiene derechos, ¿por qué le damos el derecho a ser hablada en todos los lugares de un mismo país? ¿No implica eso que "consiga coactivamente hablantes"? Y si lo solicitamos para la castellana, ¿qué hace que no lo podamos solicitar para el gallego, por ejemplo?

Mientras que el manifiesto reconoce la realidad lingüística de España, en la que conviven diferentes comunidades con diferentes idiomas co-oficiales (y comunidades sin idioma co-oficial), exige que se realice una "normalización lingüística," desacreditando el término que se utiliza normalmente para la homogeneización de las propias lenguas co-oficiales.

Personalmente, me parece un completo despropóstio, aunque para gustos están hechos los colores. Probablemente, muchos de los que suscriben el Manifiesto (si no todos) jamás se opondrían a que sus hijos estudiaran en inglés, dado que el manifiesto lo han traducido a ese idioma extranjero antes que traducirlo a cualquiera de las lenguas co-oficiales de España. Pero... ¿estudiar en catalán? ¿En euskera? ¡Eso es un atentado contra la lengua castellana!

Sin embargo, aclaremos algo; no me parece un despropósito porque lo vea ilógico. Me parece absolutamente normal que un país que ha decidido democráticamente mediante referéndum que su idioma oficial sea el español (o castellano, para evitar confrontaciones con aquellos que dicen español y castellano no es lo mismo, porque que el gallego, el euskera y el catalán son también españoles) defina claramente dónde y cómo debe aparecer ese idioma en lugares oficiales, como la documentación oficial de las oficinas gubernamentales (sean centrales o autonómicas), la educación, etcétera. Pero el mismo país ya ha decidido que existen otras lenguas que no pueden suprimirse del país, que forman parte de la cultura nacional y que deben ser igualmente protegidas.

Si nos ponemos a definir los derechos del castellano, pongámonos a definir los derechos del resto de lenguas también, ¿no? Si solicitamos que el castellano sea la lengua homogénea del estado español, ¿por qué no podemos solicitar que el valenciano sea la lengua homogénea (co-oficial, por supuesto, para eso tenemos Constitución) de la Comunidad Valenciana? Y si defendemos que las lenguas no tienen derechos, que los tienen los usuarios, los ciudadanos... ¿por qué no simplemente les dejamos utilizar su vehículo de comunicación como quieran, donde quieran, espontáneamente, sin obligar a nadie o presuponer que nadie deba saber un idioma? ¿No deciden los ciudadanos? Al menos eso es lo que pensaba yo que defendía UPyD.

Y ya que os pongo el enlace a los estatutos de UPyD, fijémonos en el artículo 2, punto 5-e:
Promover y defender aquellas políticas y medidas sociales, económicas, educativas, científicas, medioambientales o de cualquier otro ámbito, sean municipales, autonómicas, nacionales e internacionales, que:
(...)
Se opongan activamente a la difusión del fanatismo, la ignorancia, el fundamentalismo político o religioso y la justificación del terrorismo y de la violencia y la discriminación política en cualquiera de sus formas.
Fanatismo... Ignorancia... Fundamentalismo político... ¡Pero de cualquier tipo!

El radicalismo, el pensar que las ideas de uno, el país de uno, el idioma de uno es mejor que el del resto, sea cual sea, es perjudicial. Imponer el castellano como lengua materna u obligatoria es tan perjudicial como imponer el gallego, el mallorquín o el euskera. Si nuestra premisa es que los ciudadanos puedan escoger, ¿por qué no dejamos que los ciudadanos puedan escoger? ¿No es eso lo que ponía en su manifiesto?

Igual que los hechos objetivos, sin partidismo ni más afiliaciones, es lo que los medios de comunicación deberían transmitir (en lugar de ponerse de parte de un movimiento u otro), la imposición por normas arbitrarias o preferencias lingüísticas, o lugar de nacimiento, o cualquier otro motivo, de una cultura sobre otra no es más que intolerancia, fanatismo, radicalismo e ignorancia.

¿No podemos decidir por nosotros mismos, parlar el idioma que vulguem i, simplement, coexistir?

He dicho.

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viernes, 27 de noviembre de 2009

De Crepúsculo y Luna Nueva

Y de por qué las críticas de cine deben tomarse con pinzas.
211 comentarios y subiendo. Increíble que una crítica de cine pueda levantar tantos comentarios en un solo día. Bueno, increíble no. Desde que estamos globalizados, las opiniones que antes se fraguaban en la escalera, el patio de atrás, las reuniones de vecinas o el bar del barrio ahora se discuten (más enérgicamente o no) en los bits que almacenan los miles de servidores de Internet.

Y el caso es que la gresca ha llegado a casa. He de decir que me encanta el cine, desde el punto de vista de un aficionado de poca monta, con mentalidad idealista, que juzga una película por si "me ha gustado" o "no me ha gustado". Sinceramente, al final es lo que cuenta, ¿no?

Por cierto, estamos hablando sobre Luna Nueva, el nuevo episodio de la saga de Crepúsculo que acabo de ver. Y de la crítica de la que estoy hablando y que ha desatado los siete males, tanto en mi casa como en Internet, es ésta.

No dudo de las habilidades críticas de Don Juan Luis Caviaro ni de los conocimientos de cine que puedan tener él, o cualquiera de los comentaristas que han participado criticando la crítica o criticando a los que critican la crítica. Seguramente, su cinefilia sea más profunda y más antigua que la mía. Seguramente, sus conocimientos de cine, guión, dramatización, fotografía, artes escénicas, etcétera, sean mucho más buenas que las mías. Pero yo sé algo. Sé si la película me gusta o no me gusta.

Me parece muy bien que un comentarista de cine exprese su opinión sobre una película. Todo el mundo tiene derecho a decir qué gustos tiene y tiene derecho a no ser juzgado por ello. Pero me parece mal que un comentarista de cine, profesional o no (ojo, que no arremeto sólo contra Don Juan Luis Caviaro) diga que "defender esta memez [refiriéndose a Luna Nueva] es insultar al cine". Yo creo que llamar "memez" a una película que ha gustado y sigue gustando a millones de personas a todo el mundo, es insultar a esas personas.

Sinceramente, y ahora me dirijo a todos en general, la película no es tan mala. Es una película orientada a un público en particular. No podemos esperar que una persona que disfruta de manera enloquecida con el cine de autor y desecha el cine comercial como lo peor pueda estar entre los admiradores del film. Esta película es una película comercial, dirigida al mismo público que sus libros, las jovencitas adolescentes y similares. Yo, personalmente (y ahora estoy dando mi opinión subjetiva) no abogo por la película ni por la serie. No me parece una superproducción merecedora de ningún Oscar. No obstante, reconozco que pasé un buen momento en mi casa viéndola. Eso es lo que yo sé, y es lo que cuenta.

Cuando se reliza una crítica sobre cualquier cosa (y más aún sobre una forma de expresión artística -como el cine- que es, inevitablemente, subjetiva) hay que intentar realizarla de la manera más objetiva posible, dejando a un lado las percepciones personales que, no lo pongo en duda, están bien, pero en su ámbito (en la escalera, el patio de atrás, el corro de vecinas, el bar del vecindario, o sus correspondencias digitales en el globalizado mundo de Internet). Obligar a alguien a que opine algo que, al final, es única y puramente personal (como los propios gustos sobre un género o una película en particular), es una forma de intolerancia y radicalismo. Es preferible promover que cada uno se genere su propia opinión. Una vez generada, discutir opiniones es otro cantar.

Moraleja:
Tener una opinión sobre algo no significa que sea la única ni la mejor, significa que tienes una opinión.
He dicho.

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